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Los flavonoides y su importancia en la salud cardiovascular

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, aproximadamente 1 130 millones de personas en el mundo sufren de hipertensión; y, solo una de cada cuatro, recibe tratamiento para su control. La presión arterial elevada es una enfermedad grave, ya que incrementa los riesgos de enfermedades cardiovasculares, derrames cerebrales y otros problemas de salud.

Las recomendaciones principales para mantener un corazón sano y una presión arterial baja son una dieta equilibrada y actividad física constante. Sin embargo, los flavonoides compuestos de origen natural que se encuentran en las plantas, también pueden mejorar la salud cardiovascular mediante los siguientes beneficios:

Pueden regular la presión arterial. Un estudio reciente analizó la dieta de más de 25 000 personas y comparó lo que comen con su presión arterial. Los científicos descubrieron que la diferencia en la presión arterial entre aquellos con el 10% más bajo de ingesta de flavonoides y aquellos con el 10% más alto de ingesta, era de entre 2 y 4 mmHg, la unidad que se utiliza para medir la presión en los vasos sanguíneos.

Contribuyen a la producción de óxido nítrico: El efecto regulador de los flavonoides en la presión arterial se ha relacionado con una mejora en el óxido nítrico. El óxido nítrico es un regulador biológico que protege el sistema cardiovascular contra los daños y el envejecimiento. Su propósito es promover la salud del corazón y los vasos sanguíneos, lo que logra principalmente al mantener la elasticidad arterial.

Los flavonoides pueden mejorar la función arterial: Al envejecer, las arterias pierden flexibilidad, así como su capacidad de expandirse para dejar que la sangre fluya y circule de manera normal, lo que incrementa el riesgo de sufrir hipertensión. Dos estudios demostraron que consumir flavonoides por cuatro semanas incrementó significativamente la vasodilatación mediada por flujo en un 21%. Además, el consumo de flavonoides mejoró el perfil de colesterol en la sangre, lo que reduce el riesgo de obstrucción en las arterias.

¿Cuáles son los alimentos ricos en flavanoles?

La buena noticia es que es muy fácil consumir este nutriente altamente benéfico, ya que los flavonoides están presentes en alimentos como las moras, el cacao (chocolate amargo), la col rizada y el té, por mencionar algunas fuentes con alta concentración de este importante nutriente.

Según indica el documento académico: ‘Cacao y chocolate: ¿un placer cardiosaludable?, de Vicente Pascual, Rosa Valls y Rosa Solá, del Centro de Salud Palleter de España, “el papel que desempeñan algunos alimentos, patrones o modelos de alimentación en la mejora del riesgo cardiovascular es evidente, a partir de estudios epidemiológicos”.

Estos autores confirman que las dietas ricas en flavonoides mejoran la salud cardiovascular. Es más, citan un ejemplo de los indios Kuna, un grupo étnico de Panamá, que se caracteriza por consumir grandes cantidades de cacao y tener un riesgo cardiovascular bajo, gracias a su consumo.

En este análisis se afirma también que, según una reciente publicación donde se analizan a 113 estudios y se revisa el papel de los flavonoides y sus fuentes dietéticas en las dolencias cardiovasculares, se asegura que, “la ingesta de chocolate rico en flavonoides, reduce la presión arterial sistólica y la diastólica. También aumenta el flujo vascular, con un consumo regular o puntual del cacao”.

Otro documento académico que corrobora lo indicado líneas arriba es el realizado por Juan Duarte y Francisco Pérez-Vizcaíno, de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Granada. En el documento, ‘Protección cardiovascular con flavonoides. Enigma farmacocinético’, estos autores afirman que existen más de 35 mil estudios publicados respecto a los flavonoides y casi 10 mil con uno de ellos, que es la quercetina.

Se explica de manera científica qué son y cómo ayudan al organismo, “los flavonoides son substancias producidas como metabolitos secundarios por las plantas, cuyo elemento estructural común es la existencia de un esqueleto de difenilpirano (C6-C3-C6), compuesto por dos anillos de fenilos (A y B) ligados a través de un anillo (C) de pirano. Son comercializados como suplementos dietéticos, ya sea como compuestos puros (quercetina), como mezclas de flavonoides o como extractos, a menudo a dosis que exceden en gran medida la ingesta dietética.”

El meta-análisis de siete estudios prospectivos de cohortes determinó que “estar entre los individuos del tercio superior en la ingesta diaria de flavonoides se asociaba a un menor riesgo de mortalidad por una enfermedad coronaria comparados con el tercio inferior, después de ajustar el resto de factores de riesgo y de otros componentes dietéticos”. Recientemente se ha descrito que la mayor ingesta de frutas y verduras durante la edad joven se asocia son una menor prevalencia de enfermedad arterial coronaria después de 20 años de seguimiento.

¿Qué pasa con el colesterol elevado y sus consecuencias cardiacas?

Lidiar con urticarias, inflamación de las extremidades, boca pastosa y seca, halitosis, pesadez en el estómago e indigestión, cefaleas, visión borrosa, pérdida de equilibrio y hasta dolor en el pecho suena como una pesadilla. Esto; sin embargo, es una dura realidad de quienes tienen el colesterol elevado (hipercolesterolemia).

En Ecuador, por ejemplo, según la encuesta Ensanut, este mal afecta a 24 de cada 100 personas que tienen entre 10 y 59 años, atacando de forma lenta y silenciosa. En la mayoría de casos, el colesterol elevado se asocia a una condición genética, pero también hay una gran influencia de los alimentos que se consumen.

Para entender cómo puede beneficiar o afectar al organismo, primero hay que entender qué es y cómo se produce. Diego Egas Proaño, médico cardiólogo, y especialista en estimulación cardíaca artificial, explica que el colesterol es una molécula que se produce en el hígado y cumple funciones importantes, como ayudar a que las paredes de las células se mantengan flexibles. Aclara que el 20% de esta grasa natural, que es esencial para la producción de varias hormonas, proviene de los alimentos que consumimos.

El problema se da cuando hay una producción excesiva y acumulación de esta sustancia, cuya distribución en el organismo depende de dos tipos de moléculas presentes en la sangre: las lipoproteínas de baja densidad (LDL, por sus siglas en inglés) y las lipoproteínas de alta densidad (HDL). Según Egas, cuando hay una elevada presencia de lipoproteínas de baja densidad es cuando se producen depósitos de colesterol en las paredes de los vasos sanguíneos. Esto, a su vez, puede provocar obstrucción de arterias, derrames cerebrales, ataques cardíacos e insuficiencia renal. Ese proceso es silencioso, asintomático y puede tardar décadas, pero afectará seriamente a una persona cuando los mecanismos de defensa del hígado fallen o colapsen.

Todos estos problemas se incrementan cuando hay cuadros de obesidad, antecedentes familiares de dislipidemia, sedentarismo, tabaquismo, hipertensión arterial.

La contraparte de esta enfermedad está en lipoproteína de alta densidad (HDL), la cual permite eliminar el colesterol de las paredes de los vasos sanguíneos y ayuda a prevenir enfermedades.

Para aumentar los niveles de colesterol bueno (HDL) y reducir los malos (LDL) hay que mantener una “alimentación balanceada de todos los grupos nutricionales, actividad física, no tabaquismo”, dice Egas.

En este punto hay especialistas que recomiendan el consumo de grasas monoinsaturadas, presentes en alimentos como las aceitunas, frutos secos (almendras, nueces, pecanas, avellanas…) o aceites como el de oliva y el de canola. Aquí también entra el consumo del cacao, ya explicado líneas arriba. En general, este tipo de grasas son saludables, porque disminuyen el colesterol malo, aumentan el bueno y reducen la oxidación nociva. El consumo de grasas poliinsaturadas, presentes en pescados grasos como el salmón, la caballa, el arenque y el atún, también se recomienda para el corazón y para reducir el riesgo de desarrollar diabetes. Las grasas omega-3 son un tipo de grasa poliinsaturada con otros beneficios para el corazón. A esto se puede sumar el ejercicio, de cualquier tipo, y el control del peso.

Los cambios en la alimentación y de rutina, explica Egas, son parte del tratamiento no farmacológico, que se enfoca en disminuir el consumo del exceso de grasas y carbohidratos, incrementar la actividad física, bajar de peso y en controlar las enfermedades metabólicas (como por ejemplo las enfermedades tiroideas, diabetes, alteraciones hormonales…) o cardiovasculares.

Para el tratamiento farmacológico, en cambio, el médico debe tener en cuenta las características de cada persona para recetar los medicamentos o suplementos que sean más adecuados en cada caso.

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